Propuesta artículo Viena

Foto (M.H.): Café Blend
Aprendiendo a vivir la ciudad imperial

Viena es música, cafés y museos, el lugar donde vivió Sisí y la cuna de un vino joven que viene con mucha fuerza.

Texto: Maribel Herruzo (se propone texto sin fotografías)

Bethoven cambió de casa unas 68 veces a lo largo de su vida en Viena. Tal vez fuera por que su sordera lo impelía a hacerlo, o por que esta ciudad apetece vivirla un poco en todas partes. Desde las céntricas calles que acogen los palacios imperiales por donde el tercer hombre huía de su perseguidor hasta los barrios lejanos donde los viticultores sirven su vino del año en los Heurigen, tabernas donde la cerveza está prohibida y se puede comer entre música y amigos. Hay que atender a la bombilla naranja que cuelga sobre sus puertas y que indica cuando el Heurige está abierto. Otra manera de vivir Viena es visitando alguno de sus 137 museos y cafés como el Leopold Hawelka o el Café Central con la historia escrita en sus paredes; otros lugares, como el mercado Naschmarkt, dejan que la vida corra entre sus puestos de frutas, encurtidos y pescado. Por supuesto, ahí está el Danuvio, por cuyas orillas el otoño siembra toda la gama de ocres que permite una paleta de pintor. La noche es un torbellino de locales entre la vanguardia y el pasado, mientras las calles se vacían lentamente y parecen oírse los pasos de Orson Wells a lo lejos buscando a alguien para brindar con una copa de vino vienés. (Cont.)

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