Secretos vieneses II

Los barrios jóvenes

Fairkleidung. Foto © Maribel Herruzo
Es fácil deducir que Viena es un imán para los nuevos creadores. En un pasado fueron arquitectos, pintores y músicos como Mozart o Bethoven los que vistieron a esta ciudad con sus soplos de genialidad. Hoy también, quienes sienten que su espíritu necesita ensancharse y establecerse en un lugar donde dar rienda suelta a sus creaciones escogen la capital austriaca, como los fundadores de “Walking chair”, un suizo y un italiano de Bolzano, o las numerosas diseñadoras –sí, la mayoría de emprendedoras son mujeres- que pueblan el escenario urbano del barrio de Kettenbrucken, llegadas de Bruselas, Berlín, Suiza, Budapest o Lituania dispuestas a ceder su talento a la ciudad, tal vez a sabiendas de que se devuelve lo que la ciudad inspira.

Casa Mayólica de Otto Wagner. Foto © Maribel Herruzo
El barrio de Kettenbrucke, al igual que Spittelberg en el distrito 7 –muy cercano a la famosa avenida del Ring o anillo que rodea el centro y la ciudad imperial- son el paradigma de la nueva Viena: una ciudad creativa, joven, llena de ilusiones y proyectos nuevos, que sin renegar de su rico pasado y legado cultural busca reiventarse cada día.  En Kettenbrucken, apenas salir de la estación de metro, se encuentra una de las casas símbolo de la arquitectura secesionista, la Casa Mayólica, de Otto Wagner, y Nashmarkt, uno de los mercados más visitados y con más solera de la ciudad –sus puestos al aire libre se montan y desmontan desde un lejano siglo XVI- que suma, los sábados, en su otro extremo un mercadillo tipo rastro que reúne a cantidades ingentes de gente buscando gangas y oportunidades. En este barrio se encuentra buena parte del diseño emprendedor, sobre todo en lo que se refiere a mobiliario y a moda textil, además de tiendas vintage y aires de nueva bohemia.

Café Möbel. Foto © Maribel Herruzo
El otro foco de la escena actual es Spittelberg. Este barrio de callejuelas adoquinadas con aire de pueblo antiguo, con apartamentos habitados por jóvenes de alto poder adquisitivo que buscan la cercanía con el centro, fue durante el siglo XVIII zona de burdeles y locales de mala vida. Ahora, sin embargo, Spittelberg acoge a profesionales liberales que abren galerías de arte, talleres, restaurantes con glamour y sin carne en la carta y locales tan curiosos como Möbel, que mezcla su evidente vocación de cafetería con la de tienda de muebles, pues todo lo que se encuentra en el interior del local es susceptible de ser comprado, desde los sillones a las lámparas, pasando por los percheros. También es el lugar donde hoteles boutique, como el Altstadt, juegan con los colores y las formas para inventar habitaciones que no recuerden tanto a un hotel si no más bien a un lugar donde encontrarse a gusto, algo así como la casa de unos amigos que se ausentaron unos días de la ciudad.

Cultura a raudales
En Viena, sea como sea, uno se empapa de cultura, de cualquier disciplina. Ahí están todos esos museos, cuya dificultad estriba en elegir solo unos pocos ante la falta de tiempo. O la música, de cualquier estilo, desde los obvios valses al concurrido concierto de Fin de Año, pasando por los Coros de los Niños Cantores, o la gran cantidad de conciertos de música clásica, recitales y musicales que se representan cada noche en la ciudad, y de los cuales más vale reservar entradas con anticipación. Y qué decir de las joyas evidentes de la vieja y la nueva arquitectura, desde los palacios de los siglos XVIII y XIX, pasando por el colorido de la Hundertwasserhaus –un colorido y ondulado puzzle de casas ideadas por el artista Friedensreich Hundertwasser y construidas en los años 80 del pasado siglo-, hasta el moderno y acristalado edificio Haas Haus del arquitecto postmodernista Hans Hollein, o la impactante construcción de acero y cristal del recién inaugurado Sofitel Viena, junto al Canal del Danubio.

Hundertwasserhaus, Viena © Maribel Herruzo

Holy Moly, Viena / Foto © Maribel Herruzo
Precisamente en este mismo canal se ubican algunos restaurantes que también sorprenden por sus intervenciones urbanísticas: antiguos barcos mercantes, con alguna que otra sorpresa -como la piscina climatizada y la discoteca nocturna del denominado Badeschifft- reconvertidos en innovadores restaurantes, como el Holy Moly o el Motto am Fluß.

En resumen, que a Viena hay que venir sin prejuicios, con la mente abierta y las botas preparadas para caminar o subir y bajar de los tranvías, una de las mejores maneras de recorrerla.

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