Para animaros a grabar ese vídeo y enviarlo a Visit Norway, para ver si ganáis un viaje de exploración de Oslo a cabo Norte, os incluyo aquí la crónica de un viaje a Bergen y la zona de los fiordos noruegos.
Los fiordos son lo más conocido de un país que casi nunca aparece en las noticias, y como las raíces de los árboles más antiguos se extienden a lo largo de la costa occidental del país creando un paisaje singular, pacífico y estimulante a la vez. Este es un viaje al fondo de la naturaleza y de un tiempo que dejó como herencia estas magníficas heridas a la tierra.
Texto y fotos: Maribel Herruzo
Si se mira atentamente un mapa de Noruega se puede observar porque el símil de las raíces es tan acertado. Es como si estas vías de agua se fuesen insertando poco a poco y a lo largo de los años hubieran conseguido, finalmente, arraigar. En realidad, un fiordo es el resultado final de una de las formaciones terrestres más impresionantes. A lo largo de miles de años, enormes masas de hielo van resbalando por las laderas de las montañas y van arrastrando piedras y tierra y ensanchando cada vez más los valles. Cuando el hielo se deshizo, hace unos 10 o 12 mil años, quedaron estos brazos de agua largos y estrechos en medio de montañas de gran pendiente nacidas bajo el nivel del mar.
Bergen, capital y puerta de los fiordos
El rey Olav III fundó esta ciudad sobre los restos de un poblado vikingo y con el tiempo se convirtió en el puerto más importante de los países nórdicos. Bryggen, el antiguo puerto con sus casas de madera pintadas de otoñales colores, es hoy el barrio más visitado y comercial de la ciudad, repleto de restaurantes, cafés, galerías y tiendas de artesanía que nada tienen que ver con los souvenirs industriales, ni sus altísimos precios tampoco. Siete colinas rodean la ciudad desde la cual se inicia la visita al territorio de los fiordos, y un funicular nos lleva directamente a la cima de una de ellas para obtener una panorámica completa desde lo más alto.
A esta ciudad coqueta y alegre, con atmósfera de pequeño pueblo costero -pese a ser la segunda ciudad de Noruega tras la capital- el espíritu hospitalario y abierto de los que suponemos -erróneamente- fríos y distantes noruegos le viene de lejos, cuando alemanes, holandeses y británicos comerciaban en su puerto.
Bergen es una ciudad que invita al paseo, ya sea por sus vistosos comercios, galerías y cafés o por la inevitable tentación de tratar de imaginar qué vidas deben desarrollarse en el interior de unas casas tan blancas, tan limpias, tan de madera, tan de cuento. Además, entre los barrios que conforman Bergen es imposible adivinar cuales fueron o son los suburbios, las casas de los ricos o las de los obreros, pues en este lugar, para bien o para mal, siempre vivieron todos mezclados.
Pero además de calles atractivas para deambular Bergen también tiene atracciones tan conocidas como el Mercado del Pescado, situado en el centro, en la misma orilla del muelle nuevo y flanqueado por puestos de flores y vegetales, donde se vende bacalao seco, salmón, trucha, caballa, gambas, cangrejo, anguila, huevas de pescado e incluso filetes de ballena ahumada envasados al vacío y listos para llevar o para comer. La zona central de Bergen es una sucesión de calles repletas de restaurantes, tiendas y cafés, entre las que destaca la muy singular: Skostredet. Hasta hace pocos años la calle donde desde el siglo XVII estuvieron instalados los zapateros de origen alemán, agonizaba, hasta que un grupo de jóvenes emprendedores empezaron a alquilar locales para dar forma a la zona más cool de la ciudad, como un particular, diminuto e incipiente Soho neoyorquino. (dedicaré un post a esta calle en los próximos días).
Bergen, capital y puerta de los fiordos
El rey Olav III fundó esta ciudad sobre los restos de un poblado vikingo y con el tiempo se convirtió en el puerto más importante de los países nórdicos. Bryggen, el antiguo puerto con sus casas de madera pintadas de otoñales colores, es hoy el barrio más visitado y comercial de la ciudad, repleto de restaurantes, cafés, galerías y tiendas de artesanía que nada tienen que ver con los souvenirs industriales, ni sus altísimos precios tampoco. Siete colinas rodean la ciudad desde la cual se inicia la visita al territorio de los fiordos, y un funicular nos lleva directamente a la cima de una de ellas para obtener una panorámica completa desde lo más alto.
A esta ciudad coqueta y alegre, con atmósfera de pequeño pueblo costero -pese a ser la segunda ciudad de Noruega tras la capital- el espíritu hospitalario y abierto de los que suponemos -erróneamente- fríos y distantes noruegos le viene de lejos, cuando alemanes, holandeses y británicos comerciaban en su puerto.
Bergen es una ciudad que invita al paseo, ya sea por sus vistosos comercios, galerías y cafés o por la inevitable tentación de tratar de imaginar qué vidas deben desarrollarse en el interior de unas casas tan blancas, tan limpias, tan de madera, tan de cuento. Además, entre los barrios que conforman Bergen es imposible adivinar cuales fueron o son los suburbios, las casas de los ricos o las de los obreros, pues en este lugar, para bien o para mal, siempre vivieron todos mezclados.
Pero además de calles atractivas para deambular Bergen también tiene atracciones tan conocidas como el Mercado del Pescado, situado en el centro, en la misma orilla del muelle nuevo y flanqueado por puestos de flores y vegetales, donde se vende bacalao seco, salmón, trucha, caballa, gambas, cangrejo, anguila, huevas de pescado e incluso filetes de ballena ahumada envasados al vacío y listos para llevar o para comer. La zona central de Bergen es una sucesión de calles repletas de restaurantes, tiendas y cafés, entre las que destaca la muy singular: Skostredet. Hasta hace pocos años la calle donde desde el siglo XVII estuvieron instalados los zapateros de origen alemán, agonizaba, hasta que un grupo de jóvenes emprendedores empezaron a alquilar locales para dar forma a la zona más cool de la ciudad, como un particular, diminuto e incipiente Soho neoyorquino. (dedicaré un post a esta calle en los próximos días).
Durante la mayor parte de su historia, Bergen ha construido con lo que la naturaleza le ofrecía y pese a sufrir diversos incendios –algunos tan graves como el que en 1916 arrasó prácticamente todo el centro- e intensos bombardeos durante la II Guerra Mundial, un número sorprendentemente alto de distritos construidos en madera aún permanecen intactos, con sus laberínticas y empinadas calles y sus blancas casas destacando sobre el verde de las laderas montañosas. Muchas de estas viejas casas o almacenes, orgullo de sus propietarios, han sido restaurados con esmero y acertada precisión, por lo que en ocasiones se tiene la sensación de estar paseando en otro tiempo.
En esta ciudad donde abundan los días de lluvia -y donde suele llover en ráfagas horizontales sin que un paraguas pueda hacer nada por resguardarte- las jornadas de sol se celebran saliendo a la calle y exponiendo los cuerpos al astro rey en multitud de lugares: en el extenso parque de Nordnes, por ejemplo, o a los pies de la casa de la Cultura USF (una antigua factoría de sardinas), ambos a orillas del mar que rodea gran parte de la ciudad. Los días lluviosos pueden dedicarse a visitas interiores tan interesantes como el Museo Marítimo, el de las Artes, o el Museo de Bergen, con ricas colecciones naturales, o incluso acercarse a Gamle Bergen, un antiguo destino de vacaciones a las afueras de la ciudad, hoy convertido en pueblo-museo que conserva las casas, tiendas y talleres como en el pasado.
Sueños y glaciares
Uno de los mayores atractivos de la ciudad es su sintonía con la naturaleza, tal vez por que ésta se encuentra a escasos minutos de la misma y es la puerta de un paraíso natural que se ha mantenido prácticamente sin adulterar durante cientos de años.
Uno de los mayores atractivos de la ciudad es su sintonía con la naturaleza, tal vez por que ésta se encuentra a escasos minutos de la misma y es la puerta de un paraíso natural que se ha mantenido prácticamente sin adulterar durante cientos de años.
Saliendo de Bergen, un ferry nos lleva por el Fiordo de los Sueños (Sognefjorden, en noruego), el mas largo del país con sus 200 km, y también el más profundo, con sus altísimas paredes rocosas y fiordos afluentes flanqueando el trayecto. Un paisaje agreste y sugerente nos acompaña desde el inicio del viaje hasta nuestro destino, Sogndal, salpicado de pequeñas, tranquilas y apartadas aldeas. Los fiordos han tenido mucha importancia para los pueblos de Noruega, pues para muchos de ellos eran la única vía de comunicación en un paisaje escarpado y difícil en el que era muy complicado construir caminos o carreteras. Con los fiordos, las comunidades de interior podían alcanzar los puertos de Bergen o Ålesund, algo más al norte.
Los glaciares
Desde Sogndal un autobús nos lleva hasta uno de los destinos inexcusables de este recorrido: el glaciar Jostedalbreen, el mayor de Europa, que cubre los picos de varias montañas y profundos valles, una lengua helada que se mueve lentamente creando paisajes de sueños blancos y azules.
Uno de los brazos más accesibles del Jostedal es Nigardsbreen, en el cual pueden realizarse paseos guiados con distintos niveles de dificultad. En el Jostedal Glaciar Visitor Centre nos proporcionarán toda la información necesaria para decidirnos por una rama u otra del glaciar. Muy cerca de esa zona, en Urnes, se encuentra la más antigua de las iglesias de madera de Noruega, construida en el año 1130 y que aún conserva gran parte de los grabados en su exterior e interior. En esta pequeña localidad –a la que se accede en ferry desde la vecina villa de Solvorn- apenas residen 25 personas en invierno, pero cuando llega el periodo estival esa cantidad aumenta de forma espectacular, y de ello da fe la familia propietaria de la Urnes Gard, una granja que data del siglo XIII hoy convertida en cafetería y local donde adquirir productos de la misma.
El tren de las alturas
En esta zona no solo se ubica el más largo de los fiordos noruegos sino un tributario de éste, el Nærøyfjorden, que pasa por ser uno de los más bellos y espectaculares del país por su montañas de 1000 metros, la cercanía de sus dos orillas, sus cascadas y sus sinuosos meandros.
Son 27 casas encaramadas a la montaña -desde la que se obtiene una vista privilegiada del fiordo- en las cuales se pueden realizar actividades propias de una granja y observar como era la vida en Noruega hace unos siglos. Sin embargo, la atracción por excelencia de Flåm es su recorrido en ferrocarril hasta Myrdal. Son sólo 20 kilómetros, pero acaban a 860 metros de altura, así que tal vez este tren no tenga el record de vía con mayor pendiente, pero los paisajes que se pueden observar en su recorrido son más que impresionantes. En una hora de viaje se pueden ver los fiordos desde las alturas, atravesar valles, verse rodeado de verdes y escarpadas montañas, detenerse ante el imponente Salto de Fjoss y sentir como las vías se curvan vertiginosamente una y otra vez.
En este país la naturaleza es sagrada, un capital de enorme importancia en todos los sentidos, y así lo demuestran los noruegos con su actitud ante ella. Se diría que aquí todo es sostenible: los hoteles, las actividades, los transportes, las poblaciones… así que el viaje se convierte no solo en un paseo por uno de los lugares más bellos de Europa sino en toda una lección de cómo una sociedad es capaz de conservar los bienes más preciados e irremplazables sin renunciar a la comodidad y al progreso.
Para mi gusto, son dos los únicos inconvenientes de este viaje, sobre todo para quienes venimos de ibéricas tierras. El primero es que la gastronomía no es para tirar cohetes, por repetitiva y poco imaginativa, pero también por que el pescado, que es una de las cosas que tiene en abundancia, raramente está bien cocinado. El segundo inconveniente ya lo podéis imaginar: Noruega es un país caro para nuestros bolsillos, desde los billetes de autobús a un refresco en el supermercado, así que antes de viajar haz un poco de hucha o haz el máximo de reservas posiblas en hoteles, restaurantes, tickets de ferry, tren o autobús, entradas, excursiones, etc. donde conozcas los precios, para evitarte sorpresas. También es recomendable que te hagas con una Tarjeta Bergen para viajar gratis en autobús por Bergen, tener entradas libres o reducidas para entrar a museos y atracciones, y descuentos en algunas de las ofertas culturales, aparcamientos, excursiones, restaurantes y algunas tiendas.
Más información: www.visitnorway.com / www.visitbergen.com
Vuelos directos de Barcelona a Bergen con Norwegian airlines
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4 comentarios:
Me encanta la foto del mercado! me parecen lugares fascinantes para hacer fotos. Aún no he estado en Escandinavia pero viendo tus fotos puede que me anime :)
Es un lugar fantástico para las fotos, Xixerone, la luz (cuando no llueve) es maravillosa en cualquiera de los países nórdicos. Un abrazo
Sí buen mercado para las fotos,pero sobre todo para zamparse algún que otro pescado ahumado. Los días soleados en Noruega son una delicia.
Cierto, Ramón. Tuve suerte y lució el sol todo el viaje. Y eso que dice nque en Bergen lluev la mayor parte de los 365 días del año, en horizontal, además.
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